Haz las Paces con Tu Negocio y Vive el Estilo de Vida que Siempre has Querido.
No nos engañemos:
Cuando empezaste con tu negocio, seguramente lo hiciste por aluna de estas razones:
- Tener la libertad de ser tu propio jefe.
- Poder hacer las cosas a tu manera.
- Darte una mejor vida para ti y/o tu familia.
- Desarrollar esa idea que llevaba tiempo dando vueltas en tu cabeza.
- Salir de la carrera de la rata.
- Poder disfrutar cada día haciendo lo que te gusta.
- No permitir que nadie decidiese cuánto tenías ganar ni cuándo tenías que trabajar o cuándo no.
- Desarrollar el potencial que sabías que llevabas dentro y que no podrías sacar trabajando para otros.
Pero reconócelo, se te ha ido de las manos.
La mayor parte del tiempo la pasas dedicándote a tareas que, aunque se te dan más o menos bien, no te gustan.
Gestionar el equipo de gente que tienes a tu cargo se te hace cada vez más cuesta arriba.
Has contratado gente y delegas, pero aun así, te acaban llegando la mayoría de marrones.
Has intentado buscar soluciones contratando más gente, apuntándote a un curso y otro y, aunque has ido avanzando, no estás ni mucho menos donde te gustaría.
De hecho, muchos de los cursos ni los has visto, ni siquiera, aplicado en tu negocio.
Y esto te frustra mogollón. Cada vez más.
Te digo la razón:
Has estado buscando las soluciones exactamente en el lugar en el que NO están.
Porque…
Exacto. Ahí mismo. Con una empresa sobredimensionada en personas y gastos que te encadena cada vez más.
Había empezado como autónomo 2009.
Y, tras unos primeros años en solitario, viviendo del coaching personal y facturando online, se fueron dando, de manera natural, los pasos para acabar siendo una SL.
Y con ella vino el crecer, escalar, contratar personal y dejar de hacer poco a poco lo que más me gustaba para acabar dirigiendo un negocio que ya no era a mi medida.
Al principio, bien, claro.
Más ingresos, más facturación, más beneficios.
La empresa fue creciendo y superamos los 400k de facturación anuales durante varios años.
El problema era que los gastos cada vez eran más grandes y los beneficios más pequeños.
Pero, lo peor de todo es que yo ya no disfrutaba con lo que hacía.
Y, por supuesto, contraté a un nuevo mentor que me ayudara en esa etapa.
Pero, esta vez, me equivoqué.
¿Por qué?
Porque hice exactamente lo que te he dicho antes.
Buscar la solución en el lugar en que no estaba.